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El desafío de crecer dos años seguidos para salir del estancamiento

Del desempeño de la Argentina en los últimos 15 años surge una realidad irrefutable, que explica las tensiones políticas permanentes y la situación social: la economía está estancada. El Pro...

Del desempeño de la Argentina en los últimos 15 años surge una realidad irrefutable, que explica las tensiones políticas permanentes y la situación social: la economía está estancada. El Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de 2024 casi no difirió con el de 2011, según los datos del Banco Mundial, y la actividad no hizo otra cosa que subir un año y caer al siguiente, o incluso el posterior, replicando ese serrucho de decadencia de largo plazo del que no logra escapar el país. Así, crecer dos años seguidos –una posibilidad que puede resultar casi natural para muchos otros países, incluso en la región- se volvió una tarea muy difícil en medio de todos los desequilibrios macro.

En 2026 puede quebrarse esa tendencia. Según la previsión del proyecto de Presupuesto que debatirá el Congreso, la economía crecerá 5% el año próximo, luego de una expansión del 5,4% en el actual 2025. En 2024, la caída del PBI fue del 1,3%. El Gobierno prevé que la inflación se ubicará en el 10,1% anual en 2026 y que las cuentas públicas cerrarán con un superávit primario (antes del pago de intereses de la deuda) del 1,4% del PBI y un superávit financiero (incluidos esos pagos) equivalente al 0,3% del producto.

¿Es posible crecer al 5% anual el año que viene, en medio de las turbulencias cambiarias que se intensificaron en la última semana? ¿Qué condiciones se necesitan para romper con las subas y bajas de los últimos 15 años y empezar a construir un nuevo círculo virtuoso? LA NACION consultó a cinco economistas sobre sus previsiones de crecimiento para este año –que en la mayoría de los casos entraron en revisión- y para 2026, sin ignorar la incertidumbre que plantea el escenario electoral de octubre.

“El crecimiento de este año está, en buena medida, definido. La economía se encuentra estancada desde fines del primer trimestre, y los últimos datos de actividad muestran una leve contracción en el segundo trimestre y lo que va del tercero”, señala como introducción Luis Secco, director de la consultora Perspectiv@s Económicas. “Si la actividad se mantiene en los niveles actuales de aquí a fin de año —algo muy probable dado el ruido político y la incertidumbre electoral— 2025 podría cerrar con una expansión cercana al 4%. Pero esa cifra es engañosa: refleja un efecto arrastre estadístico positivo, mientras que la dinámica de corto plazo es de enfriamiento”, agrega.

Las cifras oficiales confirman ese parate. En su último informe de avance del nivel de actividad difundido el último miércoles, el Indec señaló que el PBI cayó 0,1% en el segundo trimestre de este año en comparación con los tres primeros meses, y que en la medición interanual –contra el segundo trimestre de 2024- subió 6,3%. El dato confirmó lo que ya venía reflejando el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), que en junio había mostrado una caída del 0,7% frente a mayo en su versión desestacionalizada.

Para Secco, detrás del crecimiento cercano al 4% para este año hay una gran dispersión sectorial. “El crecimiento está motorizado por sectores muy puntuales, como el agro (por la recuperación post-sequía), la minería y el complejo energético (Oil & Gas). En cambio, sectores más sensibles al mercado interno, como la construcción, la industria manufacturera y el comercio, muestran una evolución mucho más rezagada. El patrón es claro: crecen las actividades transables con buen acceso externo, y se ajustan las que dependen del consumo interno o de la inversión local”, explica.

Matías Surt, socio director de la consultora Invecq, coincide en que la variación del PBI de este año estará un 1% por debajo de la proyección oficial, en torno al 4,5%. “No vemos dinamismo de la actividad general hasta fin de año. La suba registrada es la que ya ocurrió a finales del año pasado (efecto arrastre) y comienzos de este”, apunta.

La proyección de Ricardo Delgado, presidente de la consultora Analytica, es un incremento del 3,8% en el PBI, explicado en gran medida por el arrastre estadístico de 2024 (del 3,2%), aclara. “El último dato de las cuentas nacionales ya muestra una caída en el segundo trimestre, que continuó en el tercero y probablemente también en el último del año. Al estancamiento de los salarios, desde julio se agregó una mala estrategia de desarme de las LEFI que llevó las tasas reales de interés a niveles incompatibles con el sostenimiento de la actividad. La reciente baja de tasas, poco planificada, lo único que provoca es mayor imprevisibilidad y dificultades para tomar decisiones con más certidumbre”, describe.

Desde BlackTORO, el analista Ramiro Sciandro comparte que el enfriamiento puede prolongarse. “La dinámica reciente de la actividad económica no ha sido favorable. El último dato del EMAE refleja una contracción de 0,6% en el primer semestre, y en los meses de julio y agosto habría continuado esta tendencia. Este desempeño responde, en gran medida, a una postura monetaria marcadamente contractiva por parte del BCRA, combinada con la persistente incertidumbre electoral y cambiaria”, señala.

En la óptica de Aldo Abram, director ejecutivo de la Fundación Libertad y Progreso, diversos factores que gestaron una creciente incertidumbre hicieron que el nivel de actividad entrara en una meseta, con tendencias recesivas desde el segundo trimestre. “El consumo y la inversión se retrajeron con esa mayor percepción de riesgo, que permanecerá alta por lo menos hasta las elecciones. Esto es así porque la mayor duda es en qué medida los argentinos apoyarán con su voto el actual cambio de rumbo hacia un país normal”, evalúa y agrega: “Muchas de las reformas que quedan por hacer necesitarán de leyes y es obvio que dependerán del peso que tengan los legisladores, oficialistas o potenciales aliados, en la futura composición del Congreso. Mayor su participación, menor la percepción de riesgo; pero esto impactará positivamente en sólo los dos últimos meses del año”.

En línea con sus colegas, Abram proyecta que el año cerrará con un crecimiento de alrededor del 4%.

Un 2026 con incógnitas

Así como las proyecciones privadas para este 2025 están por debajo de la oficial, los economistas consultados son menos optimistas respecto del número de crecimiento para el año próximo. “Para 2026 estimamos un crecimiento del orden del 3,5%, pero sujeto a una condición clave: que el Gobierno logre relanzar su programa de estabilización hacia fines de este año, y que ese relanzamiento se consolide con la aprobación de reformas estructurales que aporten previsibilidad, reduzcan la conflictividad y definan un marco más estable para la inversión”, analiza Secco. “Sin esa consolidación del cambio de régimen económico, las chances de sostener el crecimiento en 2026 se reducen sensiblemente”, advierte.

Desde Invecq, Surt maneja números más estrechos: el escenario base de crecimiento considerando que el Gobierno tenga un buen resultado electoral en octubre –un factor aún incierto- es del 2%, dice, “muy lejos del 5% del Presupuesto” recién elaborado por Economía.

“Para volver a crecer sostenidamente se necesita concluir el proceso de estabilización (hay materia pendiente en el plano cambiario y monetario), recuperar el acceso al crédito, hacer reformas que impulsen la productividad (tributaria y laboral) y que el horizonte político haga pensar que esos cambios no se revertirán pronto”, opina el socio director de Invecq.

Sciandro también otorga al resultado electoral y la posterior reacción del Gobierno una importancia clave. “Un escenario favorable para el oficialismo podría contribuir a reducir el pesimismo predominante en los mercados, regenerando un círculo virtuoso: la disminución del riesgo político mejoraría las perspectivas de acceso al financiamiento externo del Tesoro, lo que fortalecería la credibilidad del programa financiero y aumentaría la demanda de activos en pesos”, señala. Bajo ese escenario, “debería observarse una moderación de las presiones cambiarias y de las tasas de interés, lo que permitiría al Gobierno normalizar gradualmente las condiciones de liquidez y aliviar las restricciones al crédito”.

En cambio, si el resultado electoral es desfavorable para el oficialismo, las tensiones cambiarias de las últimas semanas crecerán, cree el economista de BlackTORO, “obligando al Gobierno a sostener por más tiempo una política contractiva con tasas elevadas y absorción de pesos contra venta de reservas. Ello prolongaría la recesión, en una magnitud que dependerá de la efectividad y la rapidez con la que se logre recomponer la confianza en la sostenibilidad del programa económico”.

El factor electoral

Abram ata el número de crecimiento 2026 a lo que ocurra en poco más de un mes. “Cuanto mejor le vaya en las elecciones al Gobierno y a quienes apoyan el cambio de rumbo, mayor será la confianza en que la Argentina avanzará en las reformas necesarias para llegar a ser un país normal. Si le va bien en los comicios, seguramente crecerá por encima del 3% en 2026. En tanto, si le va muy bien podría apuntar a acercarse al 5%”, proyecta.

La explicación de la diferencia, para el director ejecutivo de Libertad y Progreso, es la confianza que sobre los inversores locales y extranjeros generaría un mayor margen de maniobra del Gobierno en el Congreso a partir de diciembre próximo –cuando asumen los nuevos legisladores- a la hora de encarar las reformas estructurales esperadas (impositiva, laboral y previsional).

“Sin confianza, ningún programa puede sostener un proceso de crecimiento prolongado. En el contexto actual, los principales requisitos que le pide el mercado a la Argentina son demostrar capacidad de acumulación de reservas y garantizar consensos políticos básicos en torno a dos pilares: equilibrio fiscal y la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales”, opina Sciandro.

Para Secco, a la consolidación fiscal y monetaria que demanda una estrategia de desarrollo más consistente hay que sumarle como requisito “un régimen cambiario que parta de un tipo de cambio real alineado con las necesidades de acumulación de divisas y sustentabilidad de la cuenta corriente, y un marco institucional que reduzca la incertidumbre política y jurídica”. La sostenibilidad del actual esquema de bandas cambiarias más allá de las elecciones de octubre genera cada vez más dudas en el mercado. El dólar tocó el techo de la banda (S1474,40) el último miércoles y obligó al Banco Central a vender divisas, en jornadas de creciente tensión.

De cómo se resuelva la encrucijada cambiaria dependerá el resultado de 2026, según Delgado. “Estimamos un leve aumento del PBI, impulsado por una mejora en el tipo de cambio real que favorecería las exportaciones y reduciría la presión importadora”, responde, pero aclara que en el actual escenario es una proyección provisoria que “depende de una transición ordenada hacia un nuevo régimen monetario y cambiario”. El exfuncionario cree que, con la excepción de la minería y la energía, “sin una recomposición real de los ingresos y una caída sostenida de las tasas de interés, difícilmente se puedan reactivar el resto de los sectores”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/el-desafio-de-crecer-dos-anos-seguidos-para-salir-del-estancamiento-nid21092025/

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