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Tesoros piratas y un naufragio nazi. El confín del Pacífico que habría inspirado Robinson Crusoe, donde hoy viven 1250 personas

A 667 kilómetros al oeste de Santiago de Chile, ya en pleno océano pacífico, existe un pequeño mundo, rico en historias y recursos naturales. Es el archipiélago Juan Fernández, hogar de unas ...

A 667 kilómetros al oeste de Santiago de Chile, ya en pleno océano pacífico, existe un pequeño mundo, rico en historias y recursos naturales. Es el archipiélago Juan Fernández, hogar de unas 1250 personas. Está compuesto por 3 islas. Se trata de un rincón con muy bajo delito y un nivel casi utópico de paz. Los turistas pagan miles de dólares para viajar allí y pescar en silencio.

Desde 1966, la isla principal, donde se ubica la capital del archipiélago, se llama oficialmente Robinson Crusoe. La isla hermana, ubicada a 90 millas náuticas, se conoce hoy como Alejandro Selkirk.

Felipe Paredes nació y creció en este archipiélago remoto. Fue concejal y alcalde de la comuna. Conoce como pocos cada metro cuadrado de su archipiélago y los hitos que marcaron a Juan Fernández: la llegada del buque alemán Dresden durante la Primera Guerra Mundial; el paso del futuro jefe de inteligencia militar durante el régimen nazi, Wilhelm Canaris; las leyendas de tesoros enterrados y los terremotos y tsunamis que, como en 2010, pusieron en jaque la supervivencia del poblado de San Juan Bautista.

“Es un lugar hermoso, lleno de maravillas naturales”, dice. Y lo es. Pero también es una isla cargada de historia, una base estratégica en la guerra colonial, un refugio de patriotas chilenos y un escenario de presuntos espías…

—Felipe, ¿quién era Juan Fernández y por qué la isla lleva su nombre?

—Juan Fernández fue un piloto mayor español, fue quien descubrió este archipiélago y también, algo muy importante, las Islas Desventuradas. El archipiélago cuenta con tres islas: la capital, que es la isla Robinson Crusoe; después está la isla más cercana, al lado del puerto de Robinson Crusoe, que se llama Santa Clara; y también la isla Alejandro Selkirk.

—¿Cuánto tiempo permaneció allí en ese primer hallazgo?

—En el primer viaje no hay registro de que se haya quedado. Solamente registró la ubicación de las islas, pero retornó dos años después. Ahí hizo un reconocimiento del lugar y posteriormente obtuvo una especie de concesión temporal de las islas para poder desarrollar algún tipo de industria, principalmente pesca, ganadería y explotación de madera del bosque.

—¿Qué fue lo que más le impresionó a Juan Fernández aquella primera vez que puso un pie en la isla? ¿Hay algún registro de sus apreciaciones?

—No hay registros personales de sus impresiones. Sí sabemos lo que significó en general para los españoles el hallazgo de la isla. Lo principal era que era un muy buen lugar para descansar en la ruta. Era un sitio que contaba con agua dulce y un puerto seguro para fondear, bien protegido de los vientos predominantes del sur. Había una gran cantidad de peces, langostas, lobos marinos y un bosque muy abundante.

—¿Qué hizo la Corona una vez que los marinos españoles fueron encontrando el potencial de la isla?

—Al principio, el primer concesionario fue Juan Fernández. Luego, una vez que muere, esta especie de concesión queda en manos de su viuda y su hijo. Sin embargo, ellos no logran desarrollar un negocio en la isla y la concesión sigue pasando de manos. En algún momento del siglo XVII también estuvo concesionada a la Compañía de Jesús. En ese intento de establecerse, trajeron ganado y muchas especies comestibles de vegetales y frutas. Pero ninguno de esos intentos de asentamiento fue verdaderamente exitoso: no duraban más de algunos años. En 1616 se produce la primera visita de navegantes no españoles al archipiélago. Llega una flota holandesa. Descienden a la isla y comienzan también a explotar madera, tanto para reparar sus barcos como para llevársela, especialmente sándalo. Por lo general, las embarcaciones que venían navegando desde Europa cruzaban el Cabo de Hornos y llegaban en muy malas condiciones de salud. Principalmente sufrían escorbuto. Al llegar a la isla, parecía que se sanaban mágicamente gracias al agua dulce y los alimentos frescos disponibles en abundancia. Luego de los holandeses pasaron también navegantes ingleses y franceses, que comenzaron a utilizar la isla como punto de descanso en la ruta. Desde allí se recuperaban y partían a atacar las costas de Chile y Perú. Básicamente, como eran enemigos de España, atacaban los territorios españoles del Pacífico americano. Finalmente, después de muchas incursiones extranjeras, la Corona española decide fortificar y colonizar la isla. Eso ocurre en 1750.

EL HOMBRE QUE VIVIÓ SOLO EN UNA ISLA

—Pero antes de eso estuvo ahí Alexander Selkirk, el hombre que la da el nombre a una de las 3 islas.

—Sí. Alexander Selkirk fue uno de tantos navegantes extranjeros que permaneció un tiempo en la isla. No fue el primero: antes que él hubo otros, algunos en soledad y otros acompañados. Pero Selkirk estuvo aquí, completamente solo, entre 1704 y 1709.

—¿Por qué se quedaría solo en una isla remota?

—Bueno, algo muy importante es que decide quedarse de manera voluntaria, por tener diferencias con el capitán del buque en el que navegaba. Y algo bien especial es que además sobrevive durante cuatro años y cuatro meses. Lo que se cree popularmente —aunque no es una certeza completamente histórica, pero sí lo reconocen la mayoría de los historiadores— es que Alexander Selkirk sirvió de inspiración para que Daniel Defoe escribiera Las aventuras de Robinson Crusoe, una de las novelas anglosajonas más leídas y traducidas de la historia.

-¿Cuál es la conexión entre Defoe y Selkirk? ¿Se conocían?

—Entiendo que no está del todo claro que él haya sido la fuente directa. Hay diversas versiones. Una teoría dice que Defoe escuchó la historia del mismísimo Selkirk. Otros aseguran que se basó en un texto previo que ya relataba parte de la vivencia de Selkirk, y que luego lo adornó con otras historias de náufragos para crear la novela. Básicamente, la conexión tiene que ver con que la novela se publica poco tiempo después de lo que ocurrió acá en la isla. Selkirk, entre otras cosas, sobrevivió solo, cazó y crio cabras salvajes, se vestía con sus pieles, y logró evitar dos intentos de captura por parte de los españoles, que sabían que había un inglés viviendo en soledad y vinieron a buscarlo, sin éxito.

—¿Y por qué decide Selkirk irse cinco años después? O mejor dicho, ¿por qué acepta que lo rescaten?

—Bueno, no se saben los motivos específicos, pero él vivía solo, y eso era un tema. Hay registros de que ya no podía usar zapatos y que incluso había empezado a olvidar palabras en inglés. Cuando lo rescataron, no pronunciaba bien y tenía dificultades para hablar. El jefe de la expedición describe las fortalezas físicas que Selkirk había desarrollado y su habilidad para correr por los cerros descalzo, persiguiendo cabras salvajes. La vida fue dura, no idílica. Sin embargo, logró una cierta paz y felicidad viviendo acá. Se supone que, de hecho, una vez que volvió a Inglaterra, y pocos años antes de morir, lamentaba haber dejado la isla.

—¿Cuál es el legado de Selkirk? ¿Los habitantes de Juan Fernández lo recuerdan como un aventurero, un loco, un náufrago...?

—Yo creo que todas las personas que vivimos acá, incluso hoy en día, compartimos algunas características con Selkirk: la fortaleza para sobreponerse a la adversidad, la tolerancia a la extrema insularidad. Creo que para la comunidad representa algo así como el primero de los isleños, como el primero de nosotros, aunque no haya un vínculo directo ni sanguíneo.

Historias de cofres enterrados

En los tiempos de Selkirk (años después, años antes), cuenta Felipe Paredes, hubo una tripulación completa que naufragó acá. Lograron armar un barco, zarpar desde la isla y seguir navegando por el Pacífico.

“Uno de los sucesos más significativos fue protagonizado por George Anson. Zarpó desde Inglaterra en 1740 a cargo de una flota completa de barcos. Logró llegar a Robinson Crusoe (entonces llamada “Más a Tierra” o “isla de Juan Fernández”) en el invierno de 1741, después de perder una embarcación y casi la mitad de sus hombres durante la travesía. Fue muy duro. Él mismo escribió después que, de no haber encontrado esta isla en los siguientes 20 días, probablemente todos sus tripulantes habrían muerto. Se quedó unos tres meses, habitó un lugar que hoy se llama “el valle de Anson”, instaló un huerto de vegetales, reparó su barco, sanó a su tripulación y siguió navegando por el Pacífico. Cerca de Filipinas capturó un galeón de Manila, lo que lo hizo tremendamente rico. Finalmente, Anson completa su vuelta al mundo y regresa a Inglaterra en 1744. Algunos escritos dicen que cuando llegó a Londres no le quedaba ni un diente, por el escorbuto, y estaba completamente calvo… pero era inmensamente rico”, dice.

Paredes relata, también, que el archipiélago funcionó como una especie de cárcel: “Durante la época de la Reconquista, cuando en Chile se libraba la Guerra de la Independencia, muchos patriotas tuvieron que escapar a Argentina junto a San Martín, y desde allá planificaron el regreso y la expulsión de los españoles. Entre 1814 y 1818, mientras el Ejército Libertador se organizaba en Argentina, muchas personas (padres de los combatientes, financistas, ideólogos de la independencia y mayores de edad) fueron arrestadas por el gobierno español y desterradas a Juan Fernández. Vivieron aquí entre 1814 y 1817. Fueron unas 300 personas, aproximadamente, que estuvieron desterradas y vivieron en unas cuevas que aún se conservan, conocidas como las Cuevas de los Patriotas”.

—Es allí que la isla pasa a ser declarada chilena, junto con la independencia.

—Exacto. Después de la independencia, de hecho hay un capítulo famoso: el abrazo de Maipú. O’Higgins se encuentra, después de la batalla, con San Martín; se abrazan y ahí juran que han vencido a los españoles. Una de las primeras órdenes del gobierno de O’Higgins fue enviar una embarcación para rescatar a los patriotas que estaban acá, en Juan Fernández. En ese momento la isla pasa a ser chilena.

Von Rodt, el “Robinson Crusoe II”

Hubo muchos intentos de asentarse en las islas. Hay registros de 1866 que hablan de un grupo de cazadores de lobos marinos que comenzaba a quedarse en el lugar por largos períodos de tiempo.

Pero recién en 1877 llega su primer habitante “oficial”. Se trata de Alfred Von Rodt, un veterano de guerra suizo, proveniente de una familia muy acaudalada de Berna, que estaba de viaje por Chile cuando leyó un aviso en el diario que decía que se arrendaban las islas Juan Fernández. Empujado por su deseo de vivir la aventura, navega hasta el archipiélago, conoce las islas y las arrienda al Estado chileno. Poco después trae consigo a varias familias de distintos países con la idea de fundar una colonia permanente. De ellos desciende la comunidad actual.

—¿Hoy en día hay gente con el apellido Von Rodt en la isla?

—El apellido actual es “de Rodt”. El mismo Carl Alfred tradujo su nombre a Carlos Alfredo y cambió el “von” por “de”. Con él vinieron otras familias alemanas, inglesas, francesas, incluso otro suizo y también familias chilenas. Ese es el origen de la comunidad actual.

-¿Por qué el buque alemán Dresden, de la Primera Guerra Mundial, esté hundido allí nomás de la costa de la isla Robinson Crusoe?

—Durante la Primera Guerra Mundial, Chile era un país neutral, reconocido como tal por el Derecho Internacional. Sin embargo, la flota del almirante Maximilian von Spee, perseguida por los ingleses, navega por el Pacífico y se refugia un tiempo en la isla Alejandro Selkirk. Desde ahí continúa navegando hasta el combate de Coronel, donde Alemania hunde dos o tres barcos ingleses frente a las costas chilenas, en la Región del Biobío. Luego los barcos alemanes siguen hacia el Atlántico y ocurre la conocida Batalla de las Malvinas, donde los ingleses hunden casi toda la flota alemana. Solo un barco logra escapar: el Dresden. El Dresden, único barco alemán que escapó, se esconde en los canales y fiordos del sur de Chile, ayudado por ciudadanos alemanes residentes en el país. Finalmente, llega a la isla Robinson Crusoe y, al verse acorralado, destruye sus calderas y pide auxilio. Esa comunicación es interceptada por los ingleses, que vienen a la isla y le ordenan al capitán Fritz Emil Lüdecke que rinda el barco. Él se niega. Esto ocurre el 14 de marzo de 1915. Los alemanes no se rinden y finalmente ellos mismos hunden el buque. Algunos tripulantes mueren, pero la mayoría logra llegar a salvo a tierra firme.

—¿Qué fue de los marinos alemanes que sobrevivieron? ¿Estuvieron mucho tiempo en la isla? ¿Alguno se quedó, dejó descendencia?

—Cuando llegaron a tierra, los ingleses bajaron una vez finalizado el combate. Ofrecieron pagar por los daños provocados. Mucha gente escapó a los cerros. Aún hoy hay balas incrustadas en las rocas volcánicas del pueblo, que son una atracción turística. Todos esos alemanes fueron llevados como prisioneros a la isla Quiriquina, ubicada en Talcahuano, Región del Biobío. Allí estuvieron presos hasta que terminó la guerra. Muchos de ellos se quedaron en Chile y tienen descendientes hasta el día de hoy. Hay familias de descendientes de tripulantes del Dresden que viven en Chile, principalmente en el continente. Ya en los años 30, un tripulante del Dresden regresó a la isla. Se llamaba Hugo Weber. Es curioso: se instaló en un lugar conocido como la Plazoleta El Yunque, a los pies del cerro más alto. Allí construyó una casa y tenía una pequeña granja. Pero cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, un periodista del continente vino a la isla, lo fue a ver y lo acusó de ser un espía nazi. Lo llevaron al continente y desde entonces no se supo más de él.

—¿No se supo nada de nada?

—Nunca más. Abandonó su casa. Mientras estuvo acá, él era acompañado por dos mujeres. Una volvió al continente y la otra se quedó con él hasta que se lo llevaron. Y hay algo que se me olvidaba: entre los sobrevivientes del Dresden estaba un subteniente llamado Wilhelm Canaris. Durante la Primera Guerra Mundial, Wilhelm Canaris logró escapar de la isla Quiriquina, llegar a Argentina y luego volver a Alemania. En tiempos del Tercer Reich llegó a ser jefe de la inteligencia militar nazi. Era tan osado que logró huir, cruzar el continente y regresar a Alemania. Más adelante, participó en un complot para asesinar a Hitler, y fue por eso que el propio Hitler lo mandó a ejecutar. Por eso hay quienes piensan que Hugo Weber podría haber sido efectivamente un espía del Pacífico. Había una gran red de espionaje nazi en América Latina. Y, de hecho, Weber tenía aparatos de comunicación bastante sofisticados en su casa, en la altura.

El cazador de tesoros que sueña con hallar un cofre

—También hay muchas historias -mitos- sobre tesoros en Juan Fernández. ¿Qué tan ciertos son? ¿Dónde se originan esas leyendas?

—Mira, entre 1616 y 1743, y luego de que esta isla fuera fortificada, los navegantes comenzaron a usar la otra isla como refugio: la isla Selkirk, a 90 millas náuticas de Robinson. Como muchas expediciones fueron exitosas en capturar embarcaciones españolas cargadas de riqueza —plata, oro, minerales del Alto Perú, mercancías destinadas a Filipinas—, los piratas se reunían acá para repartir el botín. Se presume que en esta isla se ocultaron muchos tesoros. Hay registros de cuánto se ganó, pero no se sabe con certeza si esos tesoros aún están enterrados.

—¿Hay gente buscándolos?

—Sí. Actualmente hay un estadounidense, Bernard Kaiser, que busca uno de los tesoros desde 1998. Lleva muchos años de excavación. Tiene sus propias teorías, que han sido objetadas por arqueólogos e historiadores chilenos e incluso ingleses. Pero él está convencido y sigue pidiendo permisos para excavar.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/tesoros-piratas-y-un-naufragio-nazi-el-confin-del-pacifico-que-habria-inspirado-robinson-crusoe-nid23072025/

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