“Todos querían estar”: la concesionaria de autos que se convirtió en la disco más exclusiva del país y marcó el ritmo de la noche
“Esta era la noche glamorosa, donde de pronto te encontrabas con Guillermo Vilas acompañado por Gabriela Blondeau, te cruzabas a Olmedo, Monzón, Susana Giménez, Graciela Borges, Marta Minujín...
“Esta era la noche glamorosa, donde de pronto te encontrabas con Guillermo Vilas acompañado por Gabriela Blondeau, te cruzabas a Olmedo, Monzón, Susana Giménez, Graciela Borges, Marta Minujín, Antonio Gasalla... en una misma noche había 10, 15, 20 figuras. Era el lugar donde todo el mundo quería estar”.
El que habla es Ricardo Fabre, el fundador y dueño de la disco New York City, o simplemente, La City, el ilustre recinto bailable que, en la década del 80 y comienzos de los 90 marcaba el ritmo de la noche porteña y era la cita obligada de la crema y nata del jet set local. Y también internacional. Aunque se ubicaba en Villa Ortúzar, un barrio bastante distante de las luces del centro y su circuito de boliches, este era el epicentro top de la nocturnidad.
La emblemática disco, que nació con la intención de reproducir en el río de la Plata la estética, el ambiente y la exclusividad de la icónica Studio 54 neoyorquina, cumple en estos días, en palabras de su propietario, “apenas” 45 años.
En diálogo con LA NACION en su propia discoteca, Fabre hace un recorrido por los años dorados de un boliche que se inauguró en diciembre de 1980 con un mítico recital y que hoy continúa dando batalla en la noche de Buenos Aires, aunque con fiestas pensadas para los habitués de entonces. “El perfil actual es el de nuestros viejos clientes que hoy tienen 40, o 50 años, mucha gente que se conoció en La City, se enamoró, formó una familia. La gente que viene acá de toda la vida”, señala el empresario.
Los inicios en Ramos–Ricardo, ¿cómo nace la idea de hacer una disco como New York City?
–Nosotros veníamos con la experiencia de lo que pasaba en Ramos Mejía, en zona oeste, en boliches como Pinar de Rocha, Crash, Camelot. En la década del ‘70, en todos esos lugares había que ir en pareja, no había otra forma, no concebían la posibilidad de ir a bailar solos. Entonces nosotros, con mi hermano Oscar, arrancamos proponiendo en Pinar de Rocha organizar el día domingo, que ellos tenían cerrado y hacer una convocatoria de jóvenes, pero no en pareja. Allá, por el año 1972, con mi hermano hacemos cuatro domingos de septiembre así y fue una explosión: los llenamos a full. Es que era la propuesta que la gente necesitaba, la de un lugar para encontrarse, para relacionarse.
–Hicieron un cambio de paradigma, entonces, del baile en parejas a ir al boliche a encontrarse
–Claro, habíamos descubierto un nuevo concepto de la noche. La chica que se sentaba en el teléfono a esperar que la llamara un chico para ir a bailar el sábado ahora organizaba para ir con amigas. A los chicos no les cerraban más la puerta si no estaban acompañados. Tuvimos tanto éxito que todos en Ramos nos empezaron a llamar. Y también de otros lugares. Pensaban que atrás nuestro había una estructura fantástica que llenaba los lugares y nosotros solo aprovechábamos la necesidad de juntarse de la gente. En un momento llegamos a organizar en seis o siete negocios, simultáneos, este nuevo concepto.
Studio 54–¿Y cómo fue el salto a tener el boliche propio?
–En el 79 viajamos a Nueva York. Pleno auge de Studio 54. Era nuestra profesión, teníamos que conocerla. Entonces, ya en la puerta de esa disco había una multitud haciendo una cola de 150 metros. Había limusinas, con la gente más rica de Nueva York, desde donde el chofer sacaba por la ventanilla un billete de 100 y se lo mostraba al portero para que dejara entrar a los que transportaba. Imaginate el dinero que hacían los porteros... y salían de la limo una mujer espléndida y un tipo vestido de smoking también espléndido... eso era Studio 54, era un mix de personajes, de gente gay, era un cóctel muy divertido, muy explosivo, con miles de personas en la calle tratando de entrar.
–¿Y ustedes entraron?
–Sí, se produjo el milagro de que pudimos entrar por esa cosa que tenemos los argentinos de que siempre te la ingeniás de alguna manera. Se armó una montonera y aprovechamos la distracción de un portero... una vez adentro, vimos una cosa fantástica. No solo el lugar, las luces, los personajes: tenías a Andy Warhol y de pronto a Bianca Jagger o a Brooke Shields... ¡Las mujeres más lindas del mundo!. “Esto lo tenemos que hacer en Buenos Aires”, pensamos. Era nuestra profesión, lo que nosotros hacíamos. Teníamos los recursos para hacerlo, quizás en menor escala. Teníamos la idea, había que desarrollarla.
–¿Cómo dan con este lugar, fuera del circuito?
–Teníamos los recursos para comprar una propiedad. Empezamos por Barrio Norte, pero era difícil conseguir un local de esta envergadura de acuerdo a nuestro bolsillo. Nos fuimos desplazando hasta que terminamos acá, en Álvarez Thomas y Forest.
–¿Qué había en este lugar?
–Viel Temperley, una agencia de autos que estaba en un momento en que quería reducir su estructura y caímos nosotros y la compramos. Ya teníamos el lugar, había que desarrollar la idea, nuestro Studio 54. Por eso le ponemos New York City, porque queríamos traer el concepto de lo que pasaba en las calles de esa ciudad. Para montar el ambiente del lugar contratamos a Mario Vanarelli, que fue un genio de la época de oro del cine argentino y escenógrafo del Teatro Colón. Él hizo la primera escenografía, la original.
El espíritu neoyorquino, en efecto, rodea la enorme pista de La City. En una de las esquinas, una réplica de la estatua de la Libertad salpicada por la movediza iluminación levanta su antorcha con gesto ceñudo mientras que a lo largo de las paredes se suceden maquetas e imágenes de los fabulosos rascacielos de la Gran Manzana. Sobre el fondo hay un pequeño escenario, en un costado la cabina para el DJ y las luces, y del otro, una barra eternamente larga.
Así, dispuesto originalmente para 1500 personas y con un VIP en la planta superior, nacía este templo de la nocturnidad porteña, ubicado exactamente en el 1391 de la Avenida Álvarez Thomas. Sus dueños, además de Ricardo Fabre eran su hermano Oscar, Mario Falak y Mariano de Felipe.
The Police: La inauguración en la que estuvieron todosPero un proyecto de semejante magnitud debía tener una inauguración a la altura. El 14 de diciembre de 1980 subió al escenario de La City y tocó por primera vez en la Argentina, el entonces desconocido trío británico The Police.
–¿Cómo llega The Police a la inauguración de New York City?
–En aquel entonces nosotros éramos socios de Daniel Grinbank, hacíamos espectáculos internacionales. Él viajó a Londres y yo le había pedido para la inauguración que nos contratara un grupo de allá. Me llama y me dice: “Tengo un grupo que se llama The Police. Me están proponiendo bajar a Buenos Aires para tres actuaciones por 12.000 dólares”. Yo ni sabía quiénes eran, pero le dije: “Ya, compralo”. Íbamos a hacer la inauguración con The Police y además dos shows, uno en Obras y otro en el Roxy, de Mar del Plata. Días antes de la fecha, el valor del caché del grupo era muy superior. Dos temas de ellos se pusieron primeros en ventas en Estados Unidos. Nosotros pagamos 4000 dólares por show y cerca a tocar su tarifa era mínimo 50.000 dólares. Entonces, el representante del grupo lo llama a Daniel y le ofrece 50.000 dólares para suspender las presentaciones en Buenos Aires. Daniel me llama para ver qué hacemos y me dice: “Acompaño lo que digas vos”. Era un montón de plata. Le digo: “Mirá, lo tengo anunciado, es la carta de presentación, no lo podemos suspender”. Así tocó en La City un grupo que era número uno en el mundo.
–¿Vino mucha gente ese día?
–Más o menos. Pasó sin pena ni gloria. Metimos 4000 personas en Obras y unas 600 o 700 en La City. Lo cierto es que, con los años, con la cantidad de gente que dice haber visto The Police acá el día de la inauguración hubiéramos llenado cómodamente dos estadios de River.
“Apuntábamos alto”–¿Cuándo llega a convertirse New York City en el lugar de diversión de la farándula local?
–Nosotros apuntábamos alto. Sabíamos que el producto, la propuesta, era buena y había que esperarlo. Era algo novedoso y todo el mundo quería venir a La City. Teníamos los jueves universitarios, que eran para los chicos de San Andrés, de Belgrano. El viernes era fashion, teníamos también matiné, para chicos de 15 o 16, el sábado a la noche era de rugby y hockey y el domingo era una especia de tutti fruti. Después de un año de esperarlo, llegamos a tener los viernes un promedio de 1500 personas. Fue determinante también un convenio que hicimos con Fiorucci.
Fabre cuenta que, en los primeros tiempos, pensó en ponerle a la escenografía de su local un cartel de Fiorucci, una marca de indumentaria que era entonces un emblema de la ciudad de Nueva York. Con ese fin fue a ver al presidente de esa empresa en la Argentina, Carlos Wolodarsky, que no mostró interés en la propuesta, un poco por la ubicación periférica de la disco.
Pocos meses más tarde, cuando el presidente de Fiorucci supo de la enorme convocatoria de New York City y el boom de público que la llenaba los fines de semana se arrepintió de su negativa. “Me quiero matar, soy un pelotudo, no tenía que poner un peso y no te tuve en cuenta”, repetía el empresario, de acuerdo al relato de Fabre. Pero pasado un año, cuando caducó el contrato que La City tenía con otra firma de jeans, Oggi, comenzó una relación más que fructífera entre la disco y Fiorucci.
“Desde entonces lo que hacía la marca era una fiesta mensual en New York City. Con presupuestos ilimitados. Ponían lo que había que poner. Hicieron eventos de los que la gente que participó no se olvidó más, como la Petroleum Party, donde se reprodujo una plataforma submarina. Eran fiestas temáticas que algunas se hacían en Buenos Aires y otras en Punta del Este. Se llegaban a rentar aviones para llevar a los invitados VIP. Hacíamos una conjunción entre nuestro equipo, el equipo de Fiorucci y la billetera de Wolodarsky que difícilmente pueda volver a igualarse”, señala el propietario de La City.
Noche glamorosaAsí, la noche de aquel flamante boliche de Álvarez Thomas, en especial, sus viernes fashion, se tornó “glamorosa”, como le gusta decir a Fabre. “Para venir a La City te ponías un buen reloj. La mujer estaba impecablemente vestida, el hombre acompañaba”, revela el empresario, que acota: “En esos años del 80 y 90 podías tener 500 personas en la puerta”.
–Ricardo, en esas noches en que el jet set se divertía en La City y con tanta gente esperando en la puerta, ¿cómo tenía que ir presentada una persona del llano para poder ingresar?
–Con buen gusto.
–¿Zapatillas se podía?
–Si estaban combinadas con buen gusto, sí.
–¿Los porteros eran muy estrictos?
–Totalmente estrictos. Se mantenía el concepto. Porque si tenías a una Graciela Borges, una Susana Giménez... se le decía a la gente: “Venite el domingo”, o también: “Vení a la matiné”, si eran menores. En la puerta estaba “el negro” Gustavo y había distintos porteros, pero adentro nunca hemos tenido personal de seguridad.
–¿Y cómo hacían?
–Cuando había alguna situación con alguien yo me acercaba y le decía: “Vos sos amigo de la casa”. Con eso ya lo desarmaba. Me tomaba como amigo. “Esta mujer vino a quejarse porque no sé qué le dijiste. Te tengo que suspender”. Y el tipo se iba, le devolvía la plata para no generar situaciones y hasta determinada fecha no podía volver.
–¿Funcionaba?
–Sí. Me ha pasado con el hijo de Gerardo Sofovich, Gustavo, del Club Belgrano, que se equivocó... me generó primero una situación, tuvo un apercibimiento y a la segunda fue suspensión de 30 días. Un sábado a la noche cae Gerardo a la disco que quiere hablar con Ricardo Fabre. Entonces me dice: “Yo sé que mi hijo es un tipo difícil, y estoy seguro de que se equivocó, pero ¿sabés qué no tolero? Que se quede en casa cuando todos sus amigos están acá...“. ”Sí, Gerardo –le digo–, le vamos a dar una nueva oportunidad, pero que no se vuelva a equivocar".
–Otro tema: ¿el nombre es New York City o La City?
–¿Sabés qué pasó? Viste los nombres largos... a Fernanda no le dicen así, le dicen Fer. A New York City le decían La City. El público impuso la nueva marca. Cuando escuchabas que alguien decía La City, sabías que ese era cliente.
DJs con personalidadUn eje central para el espíritu de La City, obviamente, fue la música. Éxitos de los ‘80 y ‘90 de intérpretes como Michael Jackson, Madonna, Gloria Gaynor, Whitney Houston, U2, Prince, Village People, entre muchísimos otros. Y aquí entran a jugar los Disc Jockey, o simplemente DJ. Fabre recuerda que el primero fue Miguel Rodríguez. El dueño de la disco asegura que para ser DJ allí había que ser bueno y tener personalidad. “Había que bancarse una pista con mil personas”, dice.
Luego llegó Juan Marcelo Bravo, que “no te dejaba de sorprender”. La gran ventaja de este DJ era que tenía siempre los últimos hits. “Su mujer era azafata –explica Fabre– y traía, especialmente desde Nueva York, al día siguiente lo que se publicaba en el mundo”. Bravo ponía un tema nuevo y tenía a toda la pista saltando y bailando.
El brasileño Amando García Da Hora llegó más tarde desde Copacabana, contratado por un año para pasar música en La City y se quedó por dos o tres años, porque “le encantaba Buenos Aires”.
Por último, Fabre menciona a un joven que entonces tendría 16 o 17 años y que era todo un suceso en un boliche llamado Búnker. Se trataba de Ezequiel Deró, luego conocido como DJ Deró. “Lo fui a buscar y me gustó. Lo contraté para reemplazar a Amancio”, dice Fabre. Era tal la juventud de este pinchadiscos que, cuando el empresario lo llevó a Nueva York por primera vez para conocer la movida, su padre lo acompañó a Ezeiza y le pidió al dueño de la disco: ”Por favor, si salen de noche que no vaya desabrigado".
“¡Maradooo! ¡Maradooo!”–Hablemos de famosos: ¿Diego Maradona vino acá después de ganar el Mundial de México?
–Maradona venía cuando estaba en Buenos Aires. Un poco como Guillermo (Cóppola). Cuando la Argentina gana el Mundial de 1986, todo el mundo sabía que ese viernes posterior Diego iba a venir a La City. Había como 15 paparazzis esperándolo. Eran las dos de la mañana y él estaba en un asado en casa de unos amigos. Estábamos esperando y de pronto aparece. En auto, como cincuenta motos siguiéndolo, haciendo de escoltas, y como 300 autos avanzando para La City. Cuando llegó acá, la gente se abalanzó sobre él. Se sentó en un sillón y el “¡Maradooo! ¡Maradooo!” de la gente duró como 30 minutos. El DJ tuvo que bajar la música Después, pasadas las 3 de la mañana, otra vez: “¡Maradooo! ¡Maradooo!”. Duró por lo menos 45 minutos.
–En el rubro política, también entiendo que estuvo el presidente Carlos Menem aquí.
–Muchas veces vino Menem. Una vez en una presentación para la Fundación del Padre Mario Pantaleo, aunque todavía no era presidente. Después estuvo el día del cumpleaños de 30 de Jorge Cysterpiller, histórico manager de Maradona. Menem iba a comer a Fechoría y terminaba y se venía con su custodia para acá. Una cosa que me llamó mucho la atención de él fue el carisma que tenía, algo especial que no noté en otros presidentes. La gente se le tiraba encima. Y era muy ganador, tenía mucha atracción con las mujeres.
–¿Zulemita también venía? Hay un foto de ella acá con Diego Latorre
–Sí, mantenía un perfil bajo, no le conocí muchas parejas, pero sí, ellos estuvieron acá. También el clan Macri, lo hemos tenido siempre, porque venía el padre, Franco, con un amigo. Mauricio también. Estaba Gianfranco. Todos los hermanos de Mauricio venían acá.
“Para los postres estaba dormido”–¿Daniel Scioli y Karina Rabolini se casaron acá?
–Sí, ellos venían siempre, los teníamos todos los viernes. En alguna oportunidad salíamos con ellos, con Cóppola, que estaba con una modelo alemana, yo salía con mi mujer. Y Scioli tenía la característica de quedarse dormido. Para los postres estaba dormido, y nadie lo quería despertar. Lo asumíamos como parte de su personalidad.
–¿Otro político?
–Horacio Rodríguez Larreta. Todos los viernes. Se quedaba en la barra. Solo. Vino durante años solo.
–También eran las noches de las modelos top, ¿no?
–Sí, porque estaba de un lado Ricardo Piñeiro con sus modelos y Pancho Dotto, ambos representantes. Y de pronto tenías a las mejores mujeres de Buenos Aires en las mesas de ellos dos. Se producía un clima muy especial, que difícilmente se pueda lograr hoy. Y Ricardo festejó por años su cumpleaños acá y te convocaba por lo menos 50 modelos.
–¿Los llamados galancitos?
–También. Carlos Calvo, Jorge Mayorano, Raúl Taibo... (Ricardo) Darín y Susana Giménez venían acá. Gabriela Sabatini, cuando estaba en Buenos Aires. Una vez vino con Mónica Seles, que habían hecho una exhibición en Buenos Aires. Claudia Schiffer también estuvo acá.
El show de la Cicciolina–¿Acá también tocó Soda Stereo?
–Muchos grupos. Soda también. Y Guillermo Vilas hizo su lanzamiento musical también acá.
–Hasta hubo un show de la Cicciolina...
–Te cuento algo de eso. Cuando hacemos el show de Cicciolina que no fue organizado por nosotros, la trajo un empresario, estaba identificada como una pornostar. Y por eso el día del show había un fiscal con el comisario de la 37 sentados en la primera fila esperando que esta mujer se desnudara, para evitar un show pornográfico, cosa que no hizo. En realidad cantó dos o tres temas, pobrecita, se paseó en bikini, pero nunca montó nada pornográfico.
A las piñas en el baño–¿Es verdad o mito que aquí se pelearon Monzón y Castellini?
–Verdad. (Carlos) Monzón venía siempre. Con el Facha Martell, con (Alberto) Olmedo, con Susana Romero. Todos personajes. Y parece ser que él tenía diferencias con Miguel Ángel Castellini. Monzón fue un gran campeón y Castellini un campeón más. Monzón lo cruzó y le dijo: “Vos sos un cagón, no podías perder de ese manera”, porque Castellini había perdido el título. “No me podés decir esto”, respondió el otro. Entonces me pidieron que desocupáramos el baño de caballeros. “No queremos fotos, que quede entre nosotros”, dijeron. Se vació el baño y entraron y se empezaron a dar sin asco. Me imagino por la trayectoria que habrá ganado Monzón.
–¿Por puntos?
–Por KO, no. Nunca hemos tenido el veredicto de los jurados, pero tengo que imaginar que ganó por puntos. Castellini estaba ensangrentado y la camisa de Monzón rota y los dos partieron raudamente.
A lo largo de la charla, siguen surgiendo anécdotas y personajes. Narciso “el Loco” Doval, uno de los famosos “Carasucias” de San Lorenzo, se descompensó y falleció cuando salía de La City. Más allá de la tragedia, otros futbolistas que venían eran Claudio Paul Caniggia, con una rubia de nombre Mariana Nannis, el Bambino Veira, Coco Basile, Quique Wolf y el Loco Hugo Orlando Gatti que era vecino y “venía caminando”.
“La City tiene magia”–¿Qué cambió de aquella noche a la de hoy?
–Hoy no hay lugar Buenos Aires que pueda decir: “Yo convoco a la farándula”. El viernes de La City nunca se pudo igualar. Dejó de existir, además, la noche glamorosa, el tipo y la mujer fantásticamente vestidos, venían con sus joyas, venían con todo. Para mí, con la música electrónica desapareció esa noche glamorosa.
–¿Qué tenían de especiales las noches de La City?
-La City tenía magia. Era única. Madelaine Reynal, la modelo, venía siempre. Cuando se fue a vivir a Los Ángeles, todos los sábados llamaba a Javier Lúquez, nuestro relacionista público, y le pedía: “Contame, por favor, quiénes estuvieron en La City”. Esa pasión despertaba este lugar.
–¿Tenés nostalgia de aquellos tiempos o mirás para adelante?
–Miro para adelante. Hoy La City, el lugar, está impecable. No tenemos competencia porque hemos tomado distancia de la gente joven, porque hemos crecido con nuestro público. Hoy tenemos una generación de 40, 50 o 60 años. No me interesa trabajar con la gente joven porque no estamos identificados con esta generación. Somos fieles a nuestros clientes. Como muestra de esta fidelidad, el viernes 17 de octubre, La City celebró sus 45 años con una fiesta llena de recuerdos, con musicalización de los DJs Tommy Muñoz y Puli de María. “Volvemos a encender la magia”, decía la promoción del evento.